El 26 de marzo de 1851 el físico francés Jean- Leon Foucault suspendió de la cúpula del Panteón de París una bola de hierro de 28 kg con un cable de acero de 67 m de longitud. Bajo el punto de suspensión colocó una basa circular de unos 3 m de radio que llenó de arena húmeda.
Puso el péndulo en movimiento y este realizó la oscilación esperada de un lado a otro de la basa circular, mientras que una aguja metálica colocada en la parte inferior de la bola iba dibujando la trayectoria en la arena. Pasados unos minutos, la línea que trazaba la aguja se fue engrosando y en pocas horas resultó barrido un tercio de la base circular, luego la mitad y, al cabo de 32 h., toda la circunferencia.
¿Qué había sucedido? Se calculó que el plano de oscilación del péndulo rotaba en sentido horario unos 11º por hora y se advirtió que nada había interferido en el movimiento del péndulo. Foucault anunció que había demostrado el movimiento de rotación de la Tierra.
Si os estáis preguntando cómo llegó a esta conclusión, tenéis que pensar que realmente el plano de oscilación es fijo, puesto que el péndulo está suspendido de un punto en el techo y, aunque nosotros no percibimos la rotación terrestre, es la Tierra la que, a medida que gira, va permitiendo al péndulo labrar nuevos surcos en al arena.
Seguro que alguna vez habéis visto uno de estos péndulos en algún museo de Ciencias Naturales, solo que hoy en día el suelo de arena se suele sustituir por pivotes dispuestos en círculo, que van cayendo al contacto con la bola.
Hoy se cumple el 194º aniversario del nacimiento de Foucault y Google ha creado un doodle interactivo para la ocasión. Esta semana tendremos ocasión de volver a comentar este conocido experimento, que también da nombre a una de las más fascinantes novelas de vuestro viejo conocido Umberto Eco.
Una pregunta para avispados:
¿Tardará lo mismo en derribar todos los pivotes un péndulo colocado en el Polo Norte que otro colocado en el Ecuador? ¿Por qué?